12 Mar

Como a mucha de la población mundial, yo sufrí de abuso dentro de casa. Un lugar dónde se supone que hay gente que te protege, que le interesa tu bienestar y vela por tus intereses, y el hecho de que suceda implica y significa violencia, con todas sus letras y posibles definiciones. 

La primera marcha feminista de la que escuché en mi vida fue la del 25 de noviembre de 2019. No entendía qué sucedía y no tenía la mínima intención de enterarme, coincidía con las personas que afirmaban que vandalizar monumentos era erróneo por toda la historia que implicaban y se lo hice saber a mi mamá al día siguiente cuando encendimos las noticias. Lo que me dijo ese día momentos después, me pesó en el alma: “están luchando por nuestros derechos, porque como a muchas de ellas un día podría pasarte a ti y estoy segura que tampoco nadie te creería”. 

En el "día sin mujeres" nunca implicó que no estuviéramos fuera un castigo, pero un método de prevención que intentaba de incitar a la pregunta, "¿qué sería de un mundo sin mujeres?" El 9 de marzo lo tomé, además de hacer tarea para tomar conciencia; si suportar el abuso por parte de mi padre en casa fue un calvario no imagino el sufrimiento y dolor de todas las muchachas y muchachos desaparecidos y asesinados en toda la República. En la colonia donde vivo ese día hubo un silencio infernal: no cantaban ni los pájaros. 

Las marchas feministas y el paro del 9 de marzo, no sólo trataron de un día sin mujeres o un día sin hombres, pero de un país y sociedad al que le faltan valores para comprender que la pintura de los monumento se quita, la sangre que pueda haber en ellos y las manos de supuestos culpables que nunca fueron o serán juzgados con todo el peso de la ley, no. 





Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO